El hambre que mata a más de 25.000 personas al día es el hambre que tiene a las personas malnutridas en un estado de salud tan frágil, tan vulnerable que mueren de ver un virus pasar. Mueren de hambre oculta.
Dice el Dr. Ramadhani Abdallah, médico tanzano e investigador en Harvard, que el hambre oculta es el hambre más preocupante de todas. No podría estar más de acuerdo con él. No todas las hambres producen esa delgadez extrema que nos enseña las costillas de los más pequeños y agranda los ojos hasta ocupar casi la mitad de la cara de los más mayores.
El hambre que mata a más de 25.000 personas al día es el hambre que tiene a las personas malnutridas en un estado de salud tan frágil, tan vulnerable que mueren de ver un virus pasar. Mueren de hambre oculta.
Pero hay algo en lo que el Dr. Abdallah y yo diferimos profundamente, en el enfoque global de soluciones. Lamentablemente la visión economicista del Dr. está muy extendida y se viene usando recurrentemente con la esperanza de convencer, de lograr abrir los ojos a los gurús económicos del mundo, a los poderosos que pueden decidir dónde van 10.000 millones de $ al año. La estrategia de la inversión está muy vista y oída y, por cierto, bastante poco ejecutada en números reales. O no se pregunta el Dr. Abdallah por qué en los últimos años han descendido las muertes por malaria y HIV en casi un 40% y la mortalidad infantil por hambre tan sólo en un 1%. Se llama inversión en investigación. Así está la realidad de inamovible: que sepan, porque han llegado a contarlos, más de 3 millones de niños mueren al año de hambre en el mundo. Así era y así es.
Apunta también el investigador Ramadhani que el daño provocado por la desnutrición desencadena un efecto dominó: impide el logro educativo y, en definitiva, afecta a las economías nacionales. Ni una palabra dedicada al crimen que supone que ese niño que no logra ir a la escuela y contribuir a la economía nacional, se muere por falta de vitaminas que tiene a su alcance pero que sus padres no pueden pagar. Nada de ética, nada de moral, nada de derechos, nada de política.
El simple análisis de un acontecimiento estadístico, donde el niño que se queda ciego de hambre es un elemento más de la ecuación a estudiar.
La ciudad siria de Madaya ha hecho emerger un concepto, nuevo para muchos pero muy antiguo: el hambre como arma de guerra. La historia de la humanidad está llena de asedios. Todos ellos consisten en el agotamiento de una población y el agotamiento final es el hambre. En Siria ya no hablamos de personas que mueren de hambre por desnutrición a causa de la falta de reacción, planificación o desarrollo. Hablamos de un hambre inducida, provocada para conseguir que se rindan unos cuantos enemigos escondidos en una población.
Lo estamos leyendo. Una vez más, la sequía pone en riesgo a millones de personas provocando una crisis de alimentos que los gobiernos locales, de dudosa legitimidad, no saben solventar, por lo que la única solución natural es la ayuda internacional.
Alicia García, Directora Adjunta de Comunicación en Acción Contra el Hambre | ACF-Spain, comparte con ProjecteFAM su experiencia en la comunicación de lo que denomina ser una enfermedad.